Rumor de historia.

lunes, mayo 23, 2016

Nací siendo vieja, y mi tarea es velar por la vida desde las sombras, que observan silenciosas. Sólo el eco de la historia me mueve, así como las pasiones de los hombres, el clamor de sus deseos, de sus hazañas, de su sentir.

Me muevo por el propio bien, el orgullo, el honor y la ternura presentes en los actos que conmueven al más duro y ciego de los hombres. Oigo el rumor de la historia y de las vidas que ésta se llevó al más negro abismo, sin más que una breve despedida, una fugaz sonrisa y unas sentidas lágrimas. 

Esas almas, que lucharon por tanto, en nombre de valores que ahora resuenan vacíos en no otro lugar que los ataúdes de sus feligreses.

E inocente humanidad, que en este nuevo tiempo no hace sino despreciar esos esfuerzos, justificando esta imperdonable postura por la férrea creencia de que los valores ahora presentes son los verdaderos, e ignorando que esa misma excusa es la que otros dieron, en otro tiempo, en otro lugar.

Y yo esperé, observé y juzgué. Y esa fugaz sonrisa. Y esas sentidas lágrimas.

Inocentes de vosotros, humanidad, que pecadores cuales sois andáis con la ligereza del inconsciente, de aquel que no hace más que despreciar la vida y es arrastrado por la inercia. ¿Cuántas almas, observarán desde ese negro abismo que nunca termina, vuestros actos con el mayor de los desprecios? ¿Y cuántos con aprecio?

Pues aquellos que os miran con aprecio, debéis saber, son aquellos a los que debéis tener en cuenta en vuestras acciones, y presentes deben estar en vuestros pensamientos, ya que no viven en más que en vosotros y el futuro que heredasteis. Y a aquellos que os miran con desprecio, no debéis sino aprender su nombre y recordarlos, porque son aquellos infelices que la historia olvidó, cuyas creencias caen en el abismo, junto a ellos y sus sueños.

¿Y por qué?, preguntaréis, ¿Por qué todo esto? El por qué se encuentra en la propia historia, y en vuestra naturaleza. Porque aquellos que murieron no deben ser jamás olvidados por los vivos, cuyo deber es recordarlos, conocerlos y preservarlos.

No os quepa duda, humanidad, de que un día llegaréis a la sombra de este silencioso lugar, donde espero, observo y juzgo. Y sólo os quedará el camino que conduce al abismo, adonde yo misma os empujaré.


Y de nuevo, esa fugaz sonrisa, esas sentidas lágrimas.